13 de noviembre de 2010

Y de avituallamiento: una sopa


Los que disfrutasteis de la UTMDA seguro que recordais lo buena que estaba la coca de tomate de los avituallamientos (menos Mónica que se reservaba para la meta porque decía que le iba a dar acidez); o el sabroso y energético membrillo que no daban a basto a trocear en la maratón de Espadán, o los dátiles y los sandwiches rodeados de hambrientas avispas en la Botamarges.
Yo hoy en la cena, con una sopa rápida que les he hecho a mis hijos con un brick de caldo Aneto, he rememorado varios momentos de la Vuelta al Aneto que terminé este verano. Y aunque es verdad que es una carrera de autosuficiencia (lo que llevaras en la mochila comerías y beberías a lo largo de sus casi 100 kilómetros), para no faltar a la verdad sí daban algo: caldo Aneto.
Como os lo digo.
En el polideportivo de Vielha, al que yo entré junto a Miguel y Rafa sobre la hora de cenar tras algo más de la mitad de la carrera hecha, te ofrecían vasitos de plástico (de los pequeños) con caldo caliente que llenaban de un termo gigante con el logo correspondiente. No sé cuantas veces les pedí que me lo rellenaran, no era momento de tener vergüenza (bueno sí la tuve, de decirles que me llenaran el depósito de la camel). Y el segundo punto en el que lo ofrecían era en el Vado del Hospital. Allí me pilló el desayuno (8 am). Tras la dura noche cruzando el puerto de la Picada y el fantástico amanecer frente al Aneto, di buena cuenta de otros cuantos vasos de caldo. Eché de menos unas magdalenitas.
Os aseguro que acabé de las barritas y geles hasta los mismísimos.





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