7 de junio de 2010

PRIMER TREKKING CON MI HIJO PAU

Este sábado por la tarde mi hijo Pau y yo nos hemos escapado de la urbe para realizar nuestro primer trekking juntos. Y para esto nos hemos dirigido a la sierra de Bernia. En esta bonita montaña de la Marina Baixa, tenemos un recorrido (PRV-7) que nace de la Font del Garrofer, en Altea la Vella. Pero para ocasiones como ésta en la que se va a disfrutar en familia de una media jornada de trekking, se puede atajar con el coche hasta el área recreativa de la Font del Runar. Para llegar allí hay que atravesar la población de Altea la Vella y en breve encontraremos un desvío a la derecha indicando Font de Bernia, por ahí es. La carretera afortunadamente está en muy mal estado (de lo contrario los fines de semana invadiríamos de vehículos estos parajes) por lo que hay que ir con precaución. Esta planicie situada sobre los 700 m de altitud tiene varias casas dispersas, una zona de barbacoa y otra de parking y en seguida encontramos las marcas blancas y amarillas del PR que siguen en ascenso.



Aquí empezamos nuestro recorrido, disfrutando de la compañía de un pastor con su rebaño de ovejas que a mi hijo le encantó ("papá mira esa que pequeña, y mira esa qué cuernos, hazle otra foto a esa... estaba claro que el ritmo del trekking iba a ser lento, muuuy lento, pero de eso se trataba, de disfrutar cada momento del recorrido). En seguida alcanzamos la Font del Runar (715m), donde una puerta con cerrojo alberga una oquedad recubierta de musgo donde agua que no encuentras en el super rezuma constamente de las rocas. Encontramos nuestro primer animal, una salamanquesa que rápidamente se oculta entre dos piedras de la pared (otro alto en el camino). Seguimos subiendo y pronto llegamos a la bifurcación: hacia la izquierda contiúa dirección al Fort, pero tras explicarle a Pau que por la derecha se alcanza en algo menos de una hora (qué ingenuo por mi parte) una cueva por la que puedes pasar al otro lado de la montaña, os podeis imaginar cuál fue la dirección que tomamos. Así que nos dirigimos hacia el Forat. Disfrutamos muchísimo del recorrido, aunque el camino, con canchales y pedreras, incomodaba bastante el avance y provocó un par de caídas sin mayor repercusión. Parábamos cada pocos metros porque veíamos un cuervo, o ¿un halcón?, oíamos un ruido al pasar por unos arbustos y no sabíamos lo que era, porque nos queríamos hacer una foto bajo una bonita encina en medio del pedregal, olíamos el romero y la manzanilla, identificábamos las islas de Benidorm, la de Altea, o los picos del Puig Campana o del Aitana con sus antenas... Cuando ya Pau comenzaba a quejarse de las rodillas y de los tobillos, alcanzamos el Forat (850 m) por el que nos agachamos hasta cruzar a la cara norte de la sierra, no sin antes asegurarle a Pau que no había arañas ni murcielagos. Entonces vino uno de los mejores momentos que he podido disfrutar en mucho tiempo: sentarme con mi hijo Pau a merendar en una roca en el Forat, con la impresionante vista que teníamos por delante, y viendonos las caras de satisfacción que ambos teníamos.
La vuelta fue más rápida; nos detuvimos mucho menos. Pau dice que vió una cabra montesa, de grandes cuernos (en realidad dijo: con cuernos amarillos, y los ojos los tenía marrones, y la barba blanca...); yo no ví nada, pero seguro que allí estaba.
A las 9 de la noche montábamos en el coche para volver a casa. Pau se quejaba algo de que le molestaban las rodillas, pero su sonrisa delataba lo mucho que había disfrutado.
Espero poder disfrutar muchas veces de momentos como éste.
Y que mis hijos también lo hagan.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vaya papi mas guay!!!