12 de agosto de 2011

k#5: de pequeños placeres o de cómo sentirse un caribú

Qué título más raro, verdad.

Y es que lo que quiero compartir quizás sea algo inconexo, pero me hace feliz.
Hace ya unas cuantas semanas, tuve la suerte de compartir con la familia de AToTrapo la celebración del solsticio de verano en su particular fiesta (a los que nuevamente quiero agradecer su hospitalidad). 
Aquel día fuí muy feliz. Y no me refiero en este momento al fabuloso ágape, a las risas en la furgopatera, a lo maravillosamente engalanada con velas que estaba la cala... que también son motivos para estarlo.
Me refiero a algo diferente.
Aquel día marchábamos un numeroso grupo de mujeres y hombres, felices y sonrientes, atravesando calles, cruzando puentes, recorriendo la playa en varias hileras.
Más de uno en la Albufera se preguntaba:
¿Pero a dónde van estos locos?  ¿habrá salido ya el Ipad2 y soy tan desdichado que estoy aquí en la playa aguantando a los chiquillos? ¿es que hay un 4 x1 en el Mediamark y yo sí soy tonto?
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Y aquí es donde me acordé de los caribús. Porque quiero entender que cuando estos grandes mamíferos, reunidos en centenares de miles, marchan todos juntos hacia el norte en busca de su tierna tundra, se sienten felices, sin más nada, lo mismo de cada año, lo mismo de la generación anterior, y la anterior, y la anterior. Y seguramente lo mismo que la siguiente.
Nosotros sólo buscábamos tierra, mar y roca. Y la sonrisa no nos cabía en la testa.
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Creo que es el instinto animal, que lo estamos perdiendo por otro más mercantil, más material, siempre tangible, mesurable.

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Os contaré otro pequeño placer. Si volveis de Elche a Alicante por la carretera de la costa, acercándose el verano, prestar mucha atención cuando estáis casi llegando al mar. Poner en alerta todos vuestros sentidos, porque puede ser fabuloso. 
Dos filas de grandes pinos te reciben y te acompañan hasta el mar. Su olor me recuerda aventuras juveniles en los campamentos y siempre trae pensamientos agradables a la conciencia.
Presta atención a los millones de receptores de tu piel. Poco a poco, la brisa del mar los acaricia, los estimula, los refresca.
Abre bien tus orificios nasales e inhala fuerte, porque poco a poco, la mezcla de olores a sal, espuma de mar y algas, te picará en tu bulbo olfatorio, agitándote la mente en busca de otros buenos recuerdos, intimamente e insconscientemente ligados a estos aromas primarios.
Y todo esto sin verlo, porque cuando ya cruzas el pequeño túnel bajo la carretera de El Altet y te lo encuentras ahí delante, inmenso, azul, no puedes más que fascinarte por la belleza del mar. Pero no te relajes del todo porque queda un último regalo a tus sentido... No dejes de inhalar todo lo profundo que puedas, porque de varias higueras que un poco más adelante te podrá llegar ese dulzón olor estival que te hará salivar y terminar de esbozar una gran sonrisa.

Este placer es indeleble. Es innato al ser vivo por el mero hecho de serlo. Y no se agota, puedes repetirlo tantas veces quieras que seguirá agradándote.
Prueba a hacer esto con el último modelo del Ipad. O con el siguiente. O con el siguiente.
Buenas noches.

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